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¿Creer sin comprender?

¿Creer sin comprender?

Autor: P. Clemente González

Los misterios son cosas inaccesibles para nuestra razón. Cuando una persona tiene el don de la fe se ve conducida a aceptar proposiciones que rebasan totalmente la inteligencia humana. ¿Es esto razonable?

Es cierto que hay espíritus que parecen tener un gusto pronunciado por lo irracional, por las ciencias ocultas, por todo lo que comporta un tufillo de misterio. Pero, ¿no desea nuestra mente de manera habitual comprender lo que afirma? ¿Es posible creer durante toda una vida en una serie de verdades que parecen incomprensibles, extrañas, oscuras?

"En una época en que la ciencia va llegando poco a poco a explicarlo todo, ¿cómo creer todavía en unos misterios incomprensibles?"

Esta objeción, formulada de diferentes maneras, impide a muchos cristianos adherirse con una perfecta seguridad a la totalidad del Misterio cristiano: hay misterios en el Credo que no llegan a asimilar, y es verdad que, para ser cristiano, hace falta, en definitiva, afirmar toda una serie de proposiciones pasablemente misteriosas:

- Dios es a la vez uno y varios
- El Hijo de Dios, que es eterno, ha venido a nuestro planeta en un momento determinado de la historia
- Jesús no fue concebido como los otros niños: nació de una virgen
- El Omnipotente se ha dejado torturar en una cruz
Jesús, resucitado de entre los muertos, continúa viviendo en medio de la Iglesia
- Da de comer su cuerpo glorioso en la Eucaristía
- A través de los sacramentos comunica a los hombres el Espíritu Santo del que Él mismo está completamente penetrado
- Existe un cielo, un purgatorio, un infierno...

Y podríamos prolongar fácilmente la lista de estos misterios. La colección del cristiano cuenta con más de cincuenta. Uno por domingo. ¿Cómo no sentir vértigo en algunas ocasiones? Quien participa en una liturgia oye que le recuerdan en cada instante la existencia de un nuevo aspecto desconcertante de su fe:

- Dios no cesa de ser adorado por los ángeles y los santos del cielo
- Dios quiere hacerse de rogar por los hombres, pero, por otra parte, sus dones son absolutamente gratuitos

No hace aún mucho tiempo, el joven cristiano aprendía todavía en el catecismo la razón por la que no debía extrañarse de encontrar misterios en el Credo:

"No hay que extrañarse de que haya misterios en la religión, puesto que ya los hay en la naturaleza".

Sólo que... en la naturaleza, los misterios con que choca en la actualidad la ciencia no son más que provisionales. Los sabios están seguros de que, consagrándoles tiempo y dinero, terminarán por suprimir el carácter misterioso de la proliferación anormal de células misteriosas. El misterio del cáncer, hubiera dicho Gabriel Marcel, no es un verdadero misterio; se trata de un problema cuya solución encontrará el hombre algún día.

Es cierto que el descubrimiento de esta solución planteará con mucha probabilidad otras cuestiones, pero la ciencia conserva siempre la esperanza de resolver las cuestiones que ella misma suscita... y, de hecho, sus progresos no cesan de retroceder los límites de nuestra ignorancia. Los cristianos, por el contrario, siguen estando igual de desconcertados por el misterio de la Santísima Trinidad o por el de la eucaristía. Existe un abismo entre los misterios de la fe y los problemas de la ciencia: estos son provisionales y aquellos definitivos.

Otro Tema Controvertido de interés: ¿Es lo mismo dogmas que misterios? por Ma. del Rosario Luján Torre [ http://www.es.catholic.net/ ]

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