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Anunciacion del Senor

Anunciacion del Senor

- Silvia Cabrera

La solemnidad de la Anunciación del Señor la celebramos el día 25 de marzo. Es natural que se celebre exactamente nueve meses antes de su nacimiento, el día 25 de diciembre. La Anunciación del Señor se comenzó a celebrar en el año 430 en el este y en el oeste se ha

celebrado desde el siglo siete. Por un largo tiempo la Iglesia cambió el nombre de esta fiesta a La Anunciación de la Santísima Virgen María pero, últimamente, se ha retomado el nombre original, La Anunciación del Señor. En realidad, esta fiesta une y honra a Jesús y a María, quien llega a ser la Madre de Dios.

La Iglesia, en su riqueza litúrgica, celebra esta solemnidad en conmemoración del salvífico "fiat" de la Palabra Encarnada, el que al entrar al mundo dijo: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu
voluntad"(Heb. 10,5-7). No debe de
sorprendernos que la Santísima Virgen haya respondido en igual forma al anuncio del ángel: "Yo soy la sierva del Señor; hágase en mi lo que has dicho" (Luc. 1,38). La fiesta conmemora el comienzo de la redención y la unión indisoluble y divina de la naturaleza humana y la divina en la persona de Jesús.

Con relación a María, el día 25 de marzo se celebra la fiesta de la Nueva Eva, la virgen obediente y fiel que, con su generoso "Si-fiat", llegó a ser la Madre de Dios por obra del Espíritu Santo y la Madre de los vivientes. Recibiendo en su vientre al único Mediador, llegó a ser
verdadera Arca de la Nueva Alianza y verdadero templo de Dios. La Iglesia
celebra esta fiesta como el momento
culminante del diálogo salvífico entre Dios y la persona humana y, también, como conmemoración del consenti-
miento y cooperación libre de la Virgen María en el plan redentor de Dios.

El misterio de la fiesta de la Encarnación de la segunda Persona de la Trinidad en el vientre de la Virgen María es el eje de la historia total de la raza humana: "La plenitud de los tiempos ha llegado". Por su orgullo y desobediencia, Adán pecó contra la voluntad de Dios. Quería ser como Dios. En cambio, el Hijo Eterno del Padre, como el "Nuevo Adán", ofrece reparación tomando la
naturaleza humana para redimirla. La humanidad, que mereció la muerte por la desobediencia de Eva, se le da una nueva madre en María por su sumisión y
dedicación a la voluntad de Dios. Sólo después de María haber aceptado las
palabras del ángel, se hizo realidad el gran misterio, el evento mayor de la
historia del mundo: "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros".

¿En qué forma podríamos nosotros pronunciar nuestro "Si" para que Jesús se forme en nosotros? Aceptando las tareas y acontecimientos de nuestra vida diaria con sus alegrías y tristezas, triunfos y
fracasos. Aceptándonos tal como somos y amándonos como nos ama Dios. Dando gracias a Dios por tantas bendiciones que nos concede, aún cuando no las reconocemos. Entregando al Señor todos nuestros temores y abriéndonos a la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.


Credit from the Springfield's diocesan paper, The Observer, with permission.

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